El turrón de Jijona, un turrón con mucho amor.

Ya estamos un poco más tranquilos, se pasó el primer round de las fiestas, ufff... ¡¡qué alivio!!, la verdad que no son mi fuerte, ya solo nos queda la noche vieja y año nuevo ,para los que no duerman durante todo el día, y ese no es mi caso....jejeje...¡¡ojala!!

En estas fiestas no paramos de celebrar y como debe ser, siempre celebramos igual, comiendo y bebiendo.....jajaja.... para cada fecha señalada tenemos un dulce apropiado, junto a su vino o licor y como no podía ser de otra manera en Navidad no puede faltar el turrón, hoy por hoy los tenemos de un millón de clases, pero el de siempre, el de toda la vida, es el turrón de Jijona, vamos el blando, ese que le encanta a los niños y no tan niños, yo creo que es un turrón que no falta en ninguna mesa en Navidad, es blandito y dulce y nos deja saborear la rica almendra sin tener que dejarnos los piños mordiendo....jejeje...sin menospreciar a ningún otro turrón, el de jijona es el rey de las fiestas.

Voy a contaros la leyenda que va unida a este turrón, me parece que no es muy conocida, así podéis guardarla en vuestra cabecita hasta la próxima comida familiar y contarla por ejemplo... en casa de la suegra, y quedar la mar de bien....jejejeje... ¿qué os parece?, os animáis.... pues ahí va, espero que os guste.

"Hace mucho, mucho tiempo,  vivía en Jijona un rey que fue casado con una princesa  escandinava, esta princesa tuvo que venir a vivir con su rey a Jijona, pero  la princesa estaba muy triste, ¿qué tendrá la princesa?, pues que no podía ver los paisajes nevados de su tierra que desde niña había visto. El rey se sentía muy mal y siempre andaba pensando en cosas para poder alegrar la vida a su princesa, pero no podía hacer que nevara, después de mucho pensar y pensar, decidió plantar en toda Jijona una infinidad de almendros para que cuando estos florecieran,  toda la extensión que viera su princesa estuviera teñida de blanco y le recordara los paisajes de su niñez, y recuperara la felicidad. Desde este momento los habitantes de Jijona aprendieron a recoger el fruto del almendro y a trabajarlo con muchísimo mimo ya que  para ellos los turrones y todos los dulces derivados de la almendra desprendían amor, el que el Rey de Jijona sentía por su princesa"

Pues nada ya sabéis, cuando os comáis un  trocito de turrón, recordar esta historia y sabréis que estáis comiendo "trocitos de amor".